Quieren encontrar en estos gestos algún tipo de “reconocimiento a la importancia del diálogo” del presidente

Hay quienes aseguran percibir una actitud más abierta, negociadora y amable del presidente López Obrador, en lo referente a los actores económicos, políticos y sociales a quienes ha criticado durante en el pasado reciente. Esa posibilidad —de una distensión política entre gobierno y oposición política— tiene que analizarse a la luz de los hechos, tanto de palabra como de sus políticas públicas, para entender la realidad de la situación  del país. 

La gestión presidencial de López Obrador ha tenido un sello distintivo. Desde antes de ganar la presidencia atacaba, acusaba y señalaba a sus “enemigos” sin presentar pruebas de sus dichos, pero con gran convicción. Ocupando el puesto de Ejecutivo federal, simplemente amplió la mira telescópica de sus ataques. Dejó de hablar de la mafia del poder para sustituirlo por el concepto de “conservadores”. Este es un concepto más amplio e incluye a muchos más actores. Mientras la mafia del poder se componía de un reducido grupo compacto: SalinasFoxCalderónFernández de CevallosRoberto Hernández, la etiqueta de “los conservadores” sirve para ampliar el campo de tiro.

Como Presidente, ha atacado a amplísimos sectores de la población, de palabra y también con sus actos de gobierno. Ahora ataca a todos los empresarios, y no solamente a unos cuantos. Ataca a toda la prensa y ha dejado de ser selectivo. Desprecia a las mujeres, todas, con sus palabras de ninguneo, a los académicos e investigadores, a los creadores de cultura (excepto los niños en escuelas que le cantan loas), a los trabajadores de la salud, a los defensores de los derechos humanos y a quienes luchan contra todas las formas de discriminación, a los defensores del medioambiente y de la sustentabilidad de la producción en el campo. Con sus palabras ha ofendido a más de la mitad de la población del país.

Con sus actos de gobierno, ha reducido a los empleados de gobierno a ser trabajadores precarizados laboral y salarialmente. Eliminó todos los apoyos a la lucha contra la discriminación en todas sus expresiones, a los programas de apoyo a las mujeres, sus refugios incluidos, las guarderías de mujeres trabajadoras, pervirtió a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos convirtiéndola en un instrumento para evitar críticas a sus acciones. Ahora quiere apropiarse de los presupuestos de fideicomisos que sostienen a organismos de educación superior y de investigación y que financian a una parte crucial de las políticas de sustentabilidad y de defensa del medioambiente. El programa de empleo temporal, que se usaba para situaciones de emergencia en todo el país, para limpiar carreteras afectadas por derrumbes, combatir incendios forestales y limpiar playas de sargazo, se canceló por completo.   

A la Ciudad de México se le canceló el importantísimo Fondo de Capitalidad, sin que el gobierno local objetara esa decisión, aceptando que esos recursos públicos se destinaran al proyecto ilegal del Tren Maya. El Fondo de Capitalidad es un recurso necesario para que la Ciudad de México pudiera cumplir a cabalidad su función de ciudad capital de la República, atributo único que corresponde al sitio donde se asientan las representaciones de los tres Poderes de la Unión y todas las representaciones diplomáticas acreditadas en nuestro país.

Varios analistas, haciendo a un lado momentáneamente toda la información anterior, afirman haber  detectado un cambio de actitud de parte del Presidente. Sus encuentros con los gobernadores de Guanajuato (PAN), Jalisco (Movimiento Ciudadano) y Colima (PRI), todos ellos emproblemados con violencia del narcotráfico y la pandemia de COVID-19, y luego el encuentro en Palacio Nacional con el Presidente de Consejo Coordinador Empresarial para sellar un acuerdo sobre cambios al sistema de pensiones, parecería sugerir una actitud diferente, menos rijoso, de López Obrador hacia sus opositores.

Así va a ser ahora. No hay nada que indique que López Obrador vaya a aflojar su paso para tomar la Cámara de Diputados por asalto. Usará todos los recursos, trucos y engaños necesarios para alcanzar su objetivo. Y ese objetivo es la instalación de un régimen morenista durante los próximos 18 años, por lo menos.

Quieren encontrar en estos gestos algún tipo de “reconocimiento a la importancia del diálogo” del presidente y una demostración de buena voluntad. Legítimamente, y cansados todos del nivel de polarización política que invade al país entero, algunos críticos del gobierno quieren encontrar un remanso a la situación tan agobiante. Sin duda sería deseable que así sucedería.

Pero no es el caso. Es necesario decirlo, para que la oposición no abrigue ninguna falsa o vana esperanza de cambio del estado de ánimo presidencial. Las palabras y acciones del gobierno federal contra sus reales o percibidos opositores a su “transformación histórica” sirven para sentar las bases para un ataque frontal en las elecciones del próximo año. Morena quiere tomar por asalto la Cámara de Diputados y Gabriel García, el verdadero vice presidente de México, le ha prometido los votos necesarios para ganar abrumadoramente esa contienda. El Presidente maneja el nivel macro de la operación política y su vice otro: el territorial, repartiendo dinero “gratis” como nunca se había hecho en la historia de México, para comprar las lealtades necesarias para pasar la aduana electoral de junio 2021.

Las giras del Presidente tienen siempre objetivos político-electorales. En unas busca neutralizar gobernadores irritantes, mientras en otras, siguiendo las instrucciones de García, va a consolidar apoyos electorales o a establecer compromisos concretos de votos. En el caso de la visita a Trump, hizo todo lo que tenía que hacer para neutralizar al enemigo. Llevó a los súper ricos de México para que se “codearan” con el Presidente de Estados Unidos y, de paso, le mostraran a Trump que el gobierno de López Obrador contaba con todo su apoyo.

Como jefe de Gobierno, López Obrador hizo lo mismo con Fox. Administraba su enfrentamiento con el Presidente de México, y de repente cesaba sus ataques, para distender el ambiente. Pero luego volvía al ataque. Es una táctica guerrillera en el quehacer de la política que AMLO emplea con destreza. Atacar, replegarse y volver a atacar. Se juega con las psicologías de los enemigos y sus debilidades y cansancios. Cuando la oposición cree que las aguas se aquietaron y las cosas se normalizan, en ese momento vuelve al ataque y la confrontación.

Siempre sube la apuesta.

Así va a ser ahora. No hay nada que indique que López Obrador vaya a aflojar su paso para tomar la Cámara de Diputados por asalto.  Usará todos los recursos, trucos y engaños necesarios para alcanzar su objetivo. Y ese objetivo es la instalación de un régimen morenista durante los próximos 18 años, por lo menos.

Que nadie se engañe.

 

Por Ricardo Pascoe

Cortesía del heraldodemexico.com.mx