Ya basta de “pueblo bueno” necesitamos un pueblo malicioso y suspicaz que sepa votar con inteligencia y defender sus instituciones con valentía.

¿Si muere Putin o renuncia se acaba la guerra contra Ucrania? No. La elite gubernamental rusa insistirá en la invasión. Eso no es lo más trágico, la mayoría de los rusos por desconocimiento o por coco-wash, está de acuerdo con la guerra. Los rusos siguen venerando zares y sufriendo por ello. 

¿Si Trump va a la cárcel se acabó su carrera política? No, puede ser electo y ejercer la presidencia desde ahí. Muchos estadounidenses lo idealizan y votarán por él haga lo que haga y diga lo que diga. Sí, los pueblos pueden tener retrocesos y olvidar los principios legales y democráticos con los que fueron fundados. 

¿Latinoamérica tiene oportunidad de insertarse de lleno en la modernidad política y económica? No si sigue enamorada con el populismo a la Chávez o a la Perón, la doctrina comunista del siglo 19, el nacionalismo del siglo 20 y el pensamiento pre-moderno de la siglo 17. 

¿China puede resolver su crisis económica, de salud, de envejecimiento y de concentración de poder si deponen a Xi-Jinping? No si siguen tolerando un gobierno despótico que limita libertades. Otro nuevo monarca-dios en el firmamento. Nadie se atreve a llevarle noticias negativas porque su majestad se enoja. 

Hay países que se defienden mejor que otros de las malas decisiones de sus pueblos. Un sistema económico fuerte es un buen antídoto. La economía es reina para limitar el poder de sus gobernantes o cuando menos, para prosperar a pesar de ellos. La economía robusta depende de un mercado fuerte y el mercado solo es fuerte cuando opera en libertad. 

Otro buen antídoto es un Poder Judicial independiente y con peso. Todo país desarrollado requiere jueces capaces e independientes. Sin ello, no hay respeto a los derechos individuales ni igualdad ante la ley. Si no hay igualdad de proceso, mucho menos habrá igualdad en los resultados. 

En México seguimos teniendo muchos creyentes en el nacionalismo, el caudillismo y el estatismo aunque todo ello juegue en contra de sus libertades y de su bienestar. En este sexenio además, hemos regresado al pernicioso y fatídico culto a la personalidad. El dictador sabio sabe más que todos nosotros, sobre todos los temas, en todo momento, hasta en la sucesión. 

A pesar de todos los desaciertos en salud, seguridad, energía, campo, empleo, corrupción e inversión, muchos despistados siguen apoyando a su “líder”. Este gobierno no solo ha sido malo en resultados sino un verdadero destructor de democracia y convivencia,  pero el personaje le sigue siendo “simpático” al “pueblo bueno”… y sufridor.  

Los mexicanos se han  hecho neo-monarquistas y veneran a su nuevo rey absoluto. No hay ejemplos positivos en la historia del mundo para defender la concentración de poder, pero México, una vez más, se engaña con ello. 

Los países que alguna vez separaron poderes y limitaron a sus gobernantes son los países ricos. Pero no fue gratis, lo entendieron después de muchas guerras y muchas injusticias. Latinoamérica lleva dos siglos sin entenderlo, quizá le faltan otros siglos más. 

Es lógico que Tabasco o Campeche sigan pensando en PEMEX como eje de desarrollo, pero sí es un tanto enigmático que otras regiones menos tropicales no logren captar que el progreso de los últimos 25 años se debe a los tratados de libre comercio, y en especial, al tratado con Norteamérica... y que los próximos 25 años, por lo menos, también dependen de ello. 

No todo es gratis, la vecindad con los EUA tiene sus lados oscuros como es el caso del mercado de armas y de drogas ilícitas, en donde nosotros pagamos los platos rotos, pero aun con ello, nuestra oportunidad se llama Norteamérica. No hay más, y si eso no nos gusta o no lo entendemos, tragedia para nosotros, no para ellos. 

Para aprovecharlo, sin embargo, necesitamos energía competitiva, gobierno eficiente, separación de poderes y un Poder Judicial independiente y fuerte. Ni la virgen de Guadalupe nos salva de eso.    

Pero, como hemos tenido un grave retroceso en cultura política en estos años, necesitamos reaprender lo básico: a limitar el poder de los gobernantes. 

El culto a la personalidad y la concentración de poder generan corrupción, ineptitud e injusticia. Sin competencia política y económica estamos fritos. No hay absolutos, no hay políticos buenos, solo hay sistemas que limitan a sus gobernantes y pueblos que defienden su libertad.

Los países avanzados se pueden dar el lujo de equivocarse, nosotros no. Ya basta de “pueblo bueno” necesitamos un pueblo malicioso y suspicaz que sepa votar con inteligencia y defender sus instituciones con valentía.