Los comerciantes contribuyen con su pequeño pedazo al orden complejo. Por el contrario, los enemigos del comercio pretenden un magno ideal y hacen pedazos el verdadero orden, el orden complejo.

Redescubro a Antonio Escohotado, filósofo, jurista y ensayista español que me iluminó en su momento con su Historia General de las Drogas (1989). Un libro bien documentado, revelador y ameno. Un clásico para entender el uso milenario de sustancias psicoactivas por el ser humano.

Me vuelve a sorprender, ahora con Los Enemigos del Comercio (2008-2017), su lectura no ha sido fácil. Aquí, Antonio no me tiene paciencia y me obliga a recurrir constantemente a Google y al diccionario para no perderme en su erudición histórica y conceptual. Antonio da una cátedra inteligente y hay que estar atento en todo momento para no perder el hilo y su fina ironía.  No pienso hacer un resumen, me voy a lo que yo conecto, a mi propio hilo.  

Socialmente, Occidente ha librado una lucha perenne entre auto-ordenamiento y anhelo de control, deseo y temor, lo individual y lo colectivo, lo real y lo ideal.

Unos desean mejorar su vida, están dispuestos a enfrentar los riesgos y requieren libertad para emprenderlo. La libertad personal y la propiedad privada, por tanto, son indispensables para que esto suceda. El instrumento de cooperación es el mercado.  

 

No necesariamente hacen grandes propuestas prometeicas, lo que requieren son espacios legales de libertad para poner a prueba sus ideas, aprender, competir y prosperar, pero en conjunto logran el milagro de la prosperidad y de la movilidad social para todo el sistema.

El mercado no es un ente ordenado, ni lineal, es caótico por definición porque está en constante dinamismo, es un ente vivo. Sin embargo, lo que aparenta ser aleatoriedad, en el fondo es un orden complejo, y lo que parte de un interés individual, por estar volcado hacia lo colectivo- el intercambio-, se convierte en una ganancia para todos. El orden, pues, se crea de abajo hacia arriba, bottom-up, por acciones individuales entre compradores y vendedores.

Otros, los enemigos del comercio, no aceptan esta dinámica innovadora, caótica, riesgosa, desigual e incomprensible. Creen poder domar al ser humano y la incertidumbre con sociedades inmóviles controladas por una pequeña élite. Muchos, genuinamente, buscan la igualdad para todos. Para lograrlo, los enemigos del comercio requieren de la supresión de la individualidad por el sistema político.

Para ellos, el libre comercio resulta ser demasiado impredecible y, por tanto, peligroso para el orden social. Para ellos, el orden es lineal y simple, y se crea jerárquicamente, de arriba-hacia-abajo, top-down, con ideas que les son reveladas a ellos y solo a ellos, por algún dios o por “la ciencia”. De ahí el mesianismo que suele acompañar a estas doctrinas.

Los comunistas no son nuevos, no aparecen con Marx. Vienen desde Platón con su orden ideal, desde Esparta con su orden social-militar y desde el cristianismo que idealiza la igualdad de vida y de resultados, la pobreza de todos. Todos prometen un mejor mundo en la Tierra o en el Cielo. Todos ensalzan lo colectivo sobre lo individual, el orden preestablecido, divino e ideal. Dios o el Estado proveerá y, claro, curiosamente siempre provee más a los que controlan los hilos del sistema.

En resumen, los enemigos del comercio irremediablemente son enemigos de lo complejo, de lo inductivo, del auto-ordenamiento, el individualismo, la propiedad privada y la libertad.