Lo relevante no es el nivel de consciencia de los empresarios, sino la competencia que el sistema político-jurídico genera. Todo indica que en Latinoamérica ésta es una lección que aún no hemos acabado de comprender.
  •  
  •  

“Los empresarios son egoístas, sólo buscan sus ganancias personales. Explotan al trabajador. El empresario debe tener consciencia social y mejorar no sólo las condiciones de trabajo de su empresa, sino las de su comunidad. También deben tener consciencia ecológica”.

Esas son las críticas más comunes al empresario mexicano, incluso,  curiosamente por parte de algunos empresarios. Supongo se refieren a los empresarios más exitosos o a los más ricos, no lo sé. El tema se pone de moda con los ataques que reciben de parte de los progres, la 4T y la falta de una narrativa romántica a favor del mercado libre.

 

¿Hay empresarios abusivos?  Sí, por supuesto. Son los amigos, compadres y socios de algún alcalde, gobernador o del presidente en turno. Se dan en todas las escalas y crean monopolios locales o nacionales que juegan en contra suya y mía.

A estos empresarios no les interesa el mercado, el cliente, la calidad, el medio ambiente, la justicia o la buena administración. Ellos hacen “negocio” con los políticos. Evaden la competencia a través del privilegio y dan malos servicios. No necesito mencionarlos, usted los conoce bien. No son empresarios, no merecen ese título, son depredadores, rentistas y le salen muy caro al país.

¿Y el resto? El resto de los empresarios, pequeños y grandes debe competir en el mercado sin ningún privilegio. ¿Cómo lo hacen? Pues tienen que satisfacer las necesidades y expectativas de sus clientes con calidad y mejor tino que sus competidores. Aun si el negocio es heredado, las malas decisiones y la mala suerte -que la hay- pueden llevar rápidamente a la quiebra.

Los empresarios deben tener una buena idea, probarla en la práctica, arriesgar dinero propio, enfrentar trabas burocráticas, exceso de regulaciones, vaivenes macro-económicos, inseguridad, falta de un sistema judicial eficaz, restricción al crédito, clientes o proveedores incumplidos, empleados irresponsables, incompetentes o deshonestos, demandas laborales, mafias sindicales, malos servicios públicos, extorsiones del crimen organizado, extorsión de burócratas, presión familiar, envidias de quienes no son “independientes” o exitosos, pagar impuestos puntualmente para no ir a la cárcel y ahora, además, deben enfrentar el ambiente anti-empresarial de los populistas.

No hay descanso, no hay feriados, no hay vacaciones. De ahí que la mayoría de las nuevas empresas cierran antes de cumplir el año. Por ello, es mucho más difícil ser empresario en un país como el nuestro o cualquier otro de Latinoamérica. Si usted no ha sido empresario, inténtelo y nos platica cómo le fue.

Por eso, el mercado es uno de los mejores inventos de la humanidad, pues obliga a la convivencia pacífica y productiva.

¿Estos empresarios tienen consciencia social? Por supuesto, desde el momento que participan en un mercado tienen que pensar en su entorno social. Si no piensan en sus clientes, proveedores y empleados, no sobreviven. Para beneficiarse en lo personal, primero tienen que beneficiar a su comunidad a través del mercado. Entre más competido sea el entorno, más esfuerzos tienen que hacer para mantener satisfechos a todos. Interesante paradoja.

Entre los empresarios habrá quien tenga un buen nivel de consciencia, pero son excepciones. La mayoría de los empresarios, como la mayoría de los mexicanos y de la humanidad, se ubica en los niveles de consciencia del ego (Hawkins): El temor, el deseo, la ira o el orgullo. Pero aún en esos niveles de consciencia egóicos, los empresarios tienen que satisfacer a los demás para que a su empresa y a ellos les vaya bien. Do ut des, doy y das, si los clientes no compran, no hay éxito.

¿Por qué? Porque salvo que sean un monopolio artificial creado por la economía de compadres, el sistema de mercado se los exige. No hay excepciones y eso es fascinante. Por eso, el mercado es uno de los mejores inventos de la humanidad, pues obliga a la convivencia pacífica y productiva. Lo repito: No hay empresario que pueda ser exitoso, si no piensa en los demás. Si eso no es tener consciencia social, me encantaría escuchar los contra-argumentos.

El tema, entonces, lo que importa no es el nivel de consciencia de los empresarios, sino el nivel de competencia que el sistema político-jurídico genera. Por ello, los países con sistemas de alto nivel de consciencia como la razón, en donde las leyes son racionales y se cumplen, los empresarios prosperan, se generan mejores productos, servicios y empleos. En esos sistemas hay un premio por cumplir con las reglas. Los empresarios, entonces, pueden concentrarse en su negocio y hacerlo bien porque si no lo hacen, se quedan sin proveedores, empleados y clientes.

 

En cambio, si el sistema político-jurídico es de baja calidad de consciencia, los empresarios (y en general, los ciudadanos) tienen que decidir constantemente entre cumplir o no cumplir la ley. Esto es un juego mucho más complejo y riesgoso, y las ganancias, mucho menores.

Queda claro: El gobierno es el gran lastre en esta ecuación. Si el sistema permite que los políticos, en lugar de respetar un ambiente de generación de riqueza, se dediquen a extraerle riqueza a los ciudadanos, el sistema da malos resultados.  

Dejemos de exigirle “consciencia social” a los empresarios y focalicemos en lo relevante: Mejorar el sistema político para que podamos tener más competencia y, con ello, mejores productos y servicios. También tendremos mejores resultados en lo social, lo ecológico y lo que usted quiera agregarle a la receta. No se deje engañar por políticos que se pintan como moralmente superiores. Todos nos beneficiamos cuando hay un ambiente favorable a la inversión, a la libre empresa y la competencia, y esto aplica no sólo al mercado económico, también aplica para el mercado político.