La historia de la humanidad es una historia de paz y de guerra, de cooperación y conflicto, de construcción y destrucción, de locura y sensatez. Hoy estamos en una encrucijada y el sistema político debe resolver.

Termino de leer (escuchar) dos libros de Susan Wise Bauer: The History of the Ancient World (2007)y The History of the Medieval World(2010).  La autora nos narra los sucesos de la humanidad desde que tenemos historia escrita. Sí, todo el mundo, no sólo el occidental. Y sí, no todo el mundo, donde no hay registros no hay forma de recordar. Ambos libros son extensos, 868 y 746 páginas, pero en audio, la extensión y el detalle se vuelven menos tediosos. 

No me interesan los innumerables nombres y fechas, tengo pésima memoria para ello y como todo libro de historia, comete el error de focalizar demasiado en ello.  Lo mío es entender el sistema y las tendencias. ¿Qué sistema? El sistema humano. Estos libros se quedan cortos; lo que nos narran es la historia del poder político, la historia de los que fueron suficientemente poderosos como para ser registrados y, con menor detalle, la historia del sufrimiento de la humanidad ante todos esos excesos del poder. Como los medios de comunicación, nos narran los sucesos más trágicos y no la convivencia pacífica, la que no presenta más eventualidad que vivir y reproducirse con éxito. La historia de la humanidad, entonces, parecería ser una gran nota roja llena de sangre. 

Mis conclusiones son éstas. La historia de la humanidad es el reto por convivir en colectivos cada vez más numerosos de manera pacífica, el reto por crear un sistema político-social funcional. No es fácil, pues, aunque somos la especie más social y más sexual del planeta, somos la más agresiva y la más cruel. No podemos vivir con nosotros, no podemos vivir sin nosotros. 

Ya sea que la organización sea la familia, la tribu, la aldea, la ciudad, el estado-nación o el imperio, la historia es la misma. Es una lucha incestuosa por el poder político, que mata, traiciona, engaña y destruye, dirigida a hermanos, hijos, padres, amigos, esposas, esposos, amantes, socios y aliados. Cada capítulo, de cada región, está lleno de sangre, no hay excepciones. 

Sin embargo, en cada gran iteración hemos sido capaces de organizarnos en colectivos cada vez más grandes, así es que detrás de esa lucha por el poder político hay cosas más interesantes que la nota roja de la historia del poder. La humanidad ha intentado crear un sistema jerárquico (top-down) de poder político que controla a su población, pero en paralelo han emergido sistemas cada vez más complejos, imposibles de controlar con un sistema jerárquico. 

El equilibrio es dinámico y temporal. A cada gran líder o gran nación le surgen rivales y retos, a cada jefe, un contra-jefe; a cada fuerza, una contra-fuerza. Han habido regiones más dinámicas porque se entrecruzan, pero la lucha y el dinamismo sólo reporta una diferencia de magnitud, el comportamiento es el mismo. 

Intercambio forzado o intercambio voluntario, organización funcional u organización convulsa. Momentos de equilibrio y momentos de desequilibrio. Fuerza centrífuga y fuerza centrípeta. Dominio de unos por otros o intención de igualdad e inclusión en la toma de decisiones. Centralización o distribución de poder.

En algún momento entendimos que teníamos que usar reglas claras, para todos, con las que todos estuviéramos de acuerdo y dejar de confiar en la buena voluntad de los políticos, aunque algunos todavía no lo entienden. La información juega un papel importante en todo esto. A medida que la información fluye en mayor cantidad y mejor calidad, el sistema puede adquirir un nuevo orden complejo. Eso fue lo que logramos con el lenguaje, el lenguaje escrito, la imprenta y ahora, la Internet. 

La intención también importa. Los equilibrios más sanos son aquellos en donde el sistema político-jurídico promueve la razón (un nivel alto de consciencia) para dirimir controversias, acotar al poder político y lograr sociedades. Los sistemas menos sanos son aquellos en donde el sistema político se sustenta en la ira y el temor. Por ello, David R Hawkins, autor del Mapa de la Consciencia, tituló su obra maestra como El Poder contra la Fuerza(2004). En síntesis, los sistemas de bajo nivel de consciencia tienen que usar la fuerza porque no tienen el verdadero poder. 

Estamos en un momento de cambio, hacia un orden más complejo provocado por el incremento de información que nos ha trastocado todo. Parecería que podemos alcanzar una nueva forma de relacionarnos, pero en el corto plazo, no sabemos si va a imperara la locura o la sensatez, ErosTánatos, el poder o la fuerza.  

El populismo pretende la concentración de poder y eso es una locura porque sólo puede hacerse con fuerza. El sistema social, mucho más complejo que el político, aspira a la descentralización del poder, y esto último es lo que quizá la mayoría, populista o no, aún no logra entender. Los populistas quieren más poder para su líder carismático, los anti-populistas quieren quitarle ese poder y dárselo a otro; mientras tanto, la comunidad, sin acabarlo de entender, lo que realmente busca es poder para sí misma y eso sólo se logra con el poder para el individuo, para todos los individuos. 

Contacto:

*Santiago Roel R. es director y fundador de Semáforo Delictivo, herramienta de rendición de cuentas, evaluación y análisis del comportamiento de la delincuencia y violencia en México.

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